Hinchas del Caracas FC en Buenos Aires celebraron un banderazo para reencontrarse con su equipo, alentarlo en la previa de su choque contra Boca Juniors. Fue una bonita tarde para recordar que la pasión por sus colores sigue vigente pese a estar a más de 5000 kilómetros de su ciudad.
Miradas que se cruzan, puños que chocan a modo de saludo. Alguna prenda roja, una bandera en la mano, un escudo en común que se hace visible, bien sea bordado en una chaqueta o camiseta, o porque la tinta lo dejó tatuado para siempre en la piel. Puede que aquí en Buenos Aires no todos se conozcan directamente, no sepan los nombres del que tienen al lado, pero se distinguen todos entre sí, pues todos han venido a lo mismo: “A alentar, (her)mano, a alentar aunque no estemos en la cancha”, es una de las frases que más suelen escucharse a medida que el grupo crece mientras no para de llegar gente.
Faltan horas todavía para que se abran las puertas. Algún celular, cada tanto, queda suspendido al vacío por una mano anónima que lo sostiene desde las alturas para tomar una foto, o grabar algún video de esos que duran segundos en los stories de Instagram. Lo curioso es, que los que rodean esos que están en la calle con las miradas en dirección hacia arriba, en lugar de ser un estadio, es un hotel, al que ni siquiera podrán pasar para ver si se cruzan con algún jugador.
O con Noel “Chita” Sanvicente, el ídolo más querido de entre los que están encerrados entre las habitaciones de ese edificio impenetrable.
No existen fronteras para los hinchas del Caracas FC
La espera, como el lugar, dista mucho del plan inicial de ir a La Bombonera, ese mítico templo del fútbol mundial que impone respeto a todos los que lo visitan, sin importar del cuadro que sean o del país que vengan. En el itinerario ―armado antes de que el virus maldito impidiera que rodara el balón a lo largo y ancho del mundo― no figuraba sacarse fotos con el escudo de Boca, ni con las estrellas de quienes hicieron historia con el xeneize o con algunas de las famosas figuras de Juan Román Riquelme, Martín Palermo o Carlos Tevez que decoran las cercanías del museo, por lo general copado por turistas.
Lejos de ello, el objetivo era hacer de la bandeja visitante, en la parte alta de las gradas, una especie de viaje a la Sur del Olímpico. Cánticos como el “Somos Caracas” y el “Dale Ro”, acompañados de los tradicionales trapos, bombos y banderas, le darían aliento al Caracas para que se sintiera en casa. Justo como cada vez que les toca jugar de visitante dentro de Venezuela o en cualquier otra cancha del continente.
«No sabíamos que los emocionara tanto esto»
Pero lo que no pudo ser en la cancha de Boca sí lo fue en el microcentro porteño (el Centro de la Ciudad de Buenos Aires) una vez que empezaron los cantos de siempre. Cánticos que están grabados en la memoria de los que por un rato volvieron a sentirse como en Plaza los Estadios en una previa antes de un partido en casa, y que no se olvidan aunque se tengan años o meses fuera de Venezuela.
Tampoco se les ha olvidado cómo ondear banderas o encender bengalas, tan típicas en las gradas. Y si a eso le suman la algarabía que recorre el cuerpo cuando se está tan lejos del país natal, mientras se canta algo como “por ti recorrí todo el país, Argentina, Colombia y Brasil” u “Hoy es el día de la alegría desde Caracas hasta Argentina, Dale Ro, Dale Ro”, no fue de extrañar que más de un argentino que se cruzó por casualidad con el banderazo no agitara también las manos, no se emocionara al ver “a estos hermanos venezolanos con esta fiesta por su equipo, che, que no sabíamos que los emocionara tanto esto”.
Tampoco quiso hacer de aguafiestas la Policía de la Ciudad, que en medio de la cuarentena que todavía rige en el país, tan solo pidió que el aliento se hiciera al otro lado de la vereda. Justo enfrente, para no alterar la burbuja sanitaria del Caracas antes de que se fueran a La Boca.
Avenida roja
“Se nota no son PM (Policía Metropolitana) o de la Guardia (GNB)”, comparó alguno por los enfrentamientos que policías y militares han protagonizado desde tiempos inmemoriales en las canchas de Venezuela.
Con la noche ya al caer, el reloj con una hora más cercana a la salida, más un par de buses estacionados a la entrada, bastó que los jugadores salieran, dieran menos de diez pasos entre el umbral del hotel y la puerta de los micros ―una baranda y custodia policial de por medio― para que el rojo de las bengalas tiñera la avenida.
El Obelisco fungió como fondo para lo que vieron partir a un equipo al que alentaron y acompañaron como hacían siempre. Ese al que han jurado seguir a muerte porque “No existen fronteras” y “de local o visitante esta hinchada siempre va”.
Escrito por: Luis Pico / @picoluis01.
Foto: Los Demonios Rojos.