Hace exactamente nueve años, Johan Santana volvió a sacarle una sonrisa de oreja a oreja a todos los venezolanos, aunque esa vez también llenó de alegría a una buena porción de ciudadanos neoyorquinos. Qué propicio resulta que el noveno aniversario de aquella gesta llegue en los inicios de una contienda que, a pesar de tener solo unos dos meses de vida, ya comienza a ser reconocida como «la temporada de los no-hitters«.
Solo en abril y mayo del presente año, el beisbol de las Grandes Ligas ya cuenta con seis protagonistas de encuentros sin hits, ni carreras. Joe Musgrove inició la fiesta y apenas cinco días después se le sumó Carlos Rodón. Algunas semanas pasaron y apareció la joya de John Means, dos días antes de que se antojara Wade Miley. A mediados de este mes, Spencer Turnbull saboreó las mieles de la gloria y en la jornada siguiente Corey Kluber le arrebató el cucharón.
Todo esto sin contar que Madison Bumgarner lanzó su propio no-hitter entre los de Rodón y Means, pero no fue reconocido como tal por tener lugar en el segundo juego de una doble cartelera de siete episodios por duelo.
Lo curioso de todo es que esos seis encuentros sin incogibles, ni carreras permitidas de 2021, ya significan la mitad de los que tuvieron lugar en 2012, el año reciente en el que se han lanzado más juegos de esa envergadura; con Santana agregando el tercero de esa docena.
Ese primero de junio en Citi Field, el «Gocho» nos recordó a aquel lanzador que dominó por completo la Liga Americana a mediados de los 2000. El mismo que llevó el primer premio Cy Young a Venezuela en 2004 y que repitió en 2006, en lo que ha debido ser una trilogía que rompió una poco acertada coronación de Bartolo Colón en 2005.
De cualquier forma, esa noche en Queens frente a los Cardenales, Santana reiteró su grandeza, luego de un año y medio de zozobra e incertidumbre con respecto a su futuro, pues las lesiones pusieron en tela de juicio su continuidad en el montículo desde 2011.
Había dejado la mesa servida:
El zurdo llegó a esa faena con una sólida efectividad de 2.75 y con 60 ponches en 59 innings ese año. En su salida previa, Santana ya había asomado su objetivo, con una blanqueada de nueve capítulos ante los Padres, que apenas le conectaron cuatro inatrapables.
Y entonces San Luis no halló manera seis días después. Quizás fueron los nervios de una jornada que se presentaba de gala, pero lo único que se interpuso entre Santana y la perfección aquella vez fue el descontrol.
Cinco boletos intentaron empañar la gran noche del venezolano, no solo evitando que pudiese retirar a los 27 en fila, sino también incrementando considerablemente su conteo de pitcheos y haciendo sudar frío a un cuerpo técnico de los Mets que tenía viva la imagen de un serpentinero que se había perdido toda la zafra anterior por una lesión en el hombro.
Pero el envío número 134 del oriundo de Tovar cerró la hazaña con broche dorado. Un bola a 78 millas por hora forzó a David Freese a abanicar fuera de la zona en cuenta máxima de 3-2 y le dio la victoria a los metropolitanos con pizarra de ocho carreras por cero.
«Come on. Come on, baby!» (Vamos. Vamos, bebé), fueron las palabras de júbilo que gritó Santana mientras golpeaba su guante en celebración, justo antes del tradicional abrazo con el receptor, en este caso Josh Thole, un viejo conocido de la afición criolla por su destacada participación en la liga local con los Leones en la 2009-2010.
Un excaraquista recibiendo el no-hitter de un magallanero. Otra linda forma de contar esta linda historia, ¿no?
De los 134 lanzamientos del siniestro en esa histórica noche, 77 estuvieron en la zona de strike. Incluyendo a Freese, ocho contrarios pasaron por la guillotina.
El cuento fue otro para Santana a partir de ese día. En sus últimas 10 aperturas de la contienda y de lo que terminó siendo su carrera, su efectividad marcó 8.27.
Es como si el beisbol le hubiese dicho: aquí tienes una última gran alegría, pero ya después llegó la hora.
Se hizo oficial el cambio de guardia:
A pesar de los intentos del «Gocho» al año siguiente, nunca más volvió a lanzar en las mayores tras sus cinco episodios de seis anotaciones permitidas ante los Nacionales el 17 de agosto del 2012.
Tan solo dos días después de que Félix Hernández lanzara el primer juego perfecto para un pitcher nacido en Venezuela. Vaya forma de pasar la antorcha, ¿no?
Los dos brazos más exitosos que ha tenido el país en el mejor beisbol del mundo. Los únicos dos con premios Cy Young en sus vitrinas. Y ambos con sendas inyecciones de alegría para su gente en la misma temporada.
El beisbol con sus cosas. Johan y Félix con sus hazañas.
Y Venezuela a nueve años de alzar los brazos en celebración por el «No-han».
Escrito por: Andrés Espinoza Anchieta | @AndresEspinoza
Foto: NY Times.