En el a veces grande y a veces pequeño mundo del beisbol, hay cientos de historias de peloteros que no estaban supuestos a llegar tan lejos. Bien sea por un tema de tamaño o contextura, de malas decisiones o de problemas fuera del terreno de juego, el hecho de que algún equipo del máximo escenario haya abierto sus puertas para ellos resulta casi un milagro. Yohel Pozo no estaba supuesto a llegar a la gran carpa.
¿Por qué? Sus motivos son múltiples. Para empezar, el zuliano fue uno de los prospectos de los Rangers que estuvo involucrado en un incidente de «bautizo» hace algunos años en la República Dominicana, mismo que terminó en un acto de agresión sexual contra un compañero del equipo que era menor de edad.
De los cuatro jugadores involucrados en el penoso hecho, Pozo es el único que se mantiene con la organización texana en la actualidad.
«Hemos pasado por muchas cosas con él, buenas y malas», le comentó Paul Kruger, director de ligas menores con los Rangers, a The Dallas Morning News hace algunas semanas. «Pero siempre pensamos que sería alguien especial. Su hijo jugó un papel fundamental en su proceso de maduración. Pienso que entendió que esta era una oportunidad, pero no solo para él, sino para muchas personas que dependían de él».
El año pasado, una semana antes de que la pandemia obligara a detener las actividades beisboleras en todo el mundo, el receptor criollo tuvo a su primer hijo. Con apenas 23 años de edad y sin certeza de a dónde ir tras la suspensión de la temporada de ligas menores, Pozo tomó a su familia y se mudaron momentáneamente al estado de Pensilvania, donde residían los padres de su entonces novia y ahora esposa. Poco tiempo después, se reubicaron al apartamento de una tía en Orlando.
Allí fue cuando comenzaron a observar algunos síntomas extraños de su hijo recién nacido. Tres meses después, un neurólogo le informó a la familia que el pequeño Paul había sufrido un derrame cerebral al nacer y que la parte izquierda de su cabeza estaba básicamente muerta; por ende, cuando el lado derecho del cerebro enviaba mensajes, tría como consecuencia convulsiones.
Por si fuera poco, fue alrededor de esa época en la que el marabino ingresó a la agencia libre de las ligas menores, lo que, entre otras cosas, lo dejó sin cobertura de seguro en momentos críticos de su vida.
Tormenta duradera:
Mientras estaba en un hospital de la ciudad de Miami con su hijo, Pozo recibió una llamada de su agente con cuatro ofertas de las menores para jugar en 2021. Una era de los Padres, otra de los Medias Blancas, una de los Angelinos y por último estaba la posibilidad de regresar a los Rangers.
Lejos de ponerse a evaluar el mejor destino para continuar su desarrollo como pelotero, el corpulento paleador simplemente le pidió a su representante que seleccionara la opción que pagara más dinero. Esa alternativa era San Diego.
La estadía en California duró tan solo tres semanas, pues en diciembre Texas lo seleccionó de nuevo en la versión ligamenorista del Draft de Regla 5.
Entre esos días y las festividades de fin de año, el propietario del apartamento de su tía les informó que había demasiadas personas en el lugar, lo que llevó a Pozo a vivir junto a su familia dentro de su vehículo, estacionado a las afueras de un Wal-Mart.
La penosa situación obligó al pelotero a llamar a Kruger en búsqueda de auxilio. Varios miembros de los Rangers colaboraron para llevar a Pozo y a su familia a un hotel de Florida y alimentarlos. Además, abrieron las puertas del complejo del club en Surprise, Arizona, para que todos pudieran quedarse allí posteriormente.
«Hay equidad, inversión y comprensión en él como persona», señaló Kenny Holmberg, mánager de la sucursal triple A de los texanos y una de las personas que colaboró con el venezolano. «Llegó un momento trágico en la vida de este chico, que estaba a punto de quebrarse, y los Rangers estuvieron allí para él».
A pesar de la ayuda proporcionada, todavía era necesario trabajar el aspecto mental de Pozo para que pudiera seguir adelante con su carrera. Roy Silver, otro de los miembros de la organización que ayudó a la causa del joven y quien trabajó directamente con otros peloteros que han tenido problemas fuera del terreno en el pasado, como Josh Hamilton y Matt Bush, aplicó su método tradicional de rudeza con la esperanza de que el careta despertara.
«No iba a revivir lo que pasó en los últimos cinco años. Le dije que dejara de llorar por lo que pasó ayer y siguiera adelante. Le dije que el tiempo se estaba terminando», recordó Silver.
Tan solo algunas semanas atrás, Silver se reencontró con Pozo en el triple A Round Rock. Aunque más que un reencuentro, para el instructor fue presentarse ante un nuevo individuo.
«Siguió adelante. Me sentí muy bien de ver lo que había conseguido», contó Silver. «Sonaba como un padre que juega beisbol, no solo como un jugador de pelota. Nunca antes había sonado así. Yo no hablé, solo lo escuché. Su travesía ha sido larga, pero ha sido buena para él. El tipo que entró por la puerta aquel día, ese tipo sí tiene posibilidades de quedarse en las mayores«.
El pasado 13 de agosto, Pozo realizó un debut en las Grandes Ligas que parecía improbable tan solo algunos meses atrás. En 21 compromisos con los Rangers ligó para una respetable línea ofensiva de .284/.312/.378, con un cuadrangular y nueve carreras impulsadas, antes de ser enviado de regreso a las menores este viernes.
Otra historia:
A pesar de su regreso a las menores, el venezolano no está en la misma situación de antes esta vez. Los golpes de la vida lo han convertido un un hombre mucho más sabio y capaz de afrontar con mejor cara los momentos complicados.
«Sabía que no sería por mucho tiempo», indicó Pozo sobre sus días sin hogar. «Sabía que Dios tenía un plan para nosotros y que esto no sería para toda la vida«.
Más allá de cualquier noticia en el ámbito profesional, lo importante para Pozo y su esposa es que Paul ha progresado de forma significativa con su tratamiento, aunque el camino por recorrer en el proceso todavía es largo.
De cualquier forma, la recompensa de regresar a casa y encontrar a su bebé riendo y llamándolo «papi», llena de alegría y fortaleza a este trotamundos criollo.
«Verlo sonreír me da motivos para estar vivo«, cerró.
Escrito por: Andrés Espinoza Anchieta | @AndresEspinoza
Foto: AP.