Cuánta falta que me haces, querido amigo fútbol

Siempre estuviste ahí, fútbol querido. Quizá por eso nunca te extrañé tanto. Sí que lo hice cuando había pretemporada, en esos breves periplos en los que no nos queda otra que entretenernos con las novedades del mercado de fichajes —vieron que viene este, se va aquél, ojalá que a tal no lo vendan— y aun así, aunque arranque lentamente, suele pasarse rápido. 

 

A excepción de la última semana

“El domingo debutamos contra…” y entonces, mejor si se juega de local, la semana se te pasa a cuentagotas. Solo la euforia acelera un poco el reloj, indetenible pero relativo. Algunos optan por ver videos de la última vez que salimos campeones. Otros se motivan con los cánticos de la hinchada en un partido de fútbol. Los más masoquistas, como yo, se imaginan desde el lunes en ese trayecto tan hermoso que va de casa a la cancha, en el que te encuentras con tus amigos, si tienes más suerte, con tu viejo, que se pone tu misma camiseta para acompañarte a la grada a alentar, a saltar y a abrazarte con un grito de gol.

Por unos segundos, tan cortos como divinos, confirmas que valió la pena la espera. El estadio retumba. Tu corazón palpita más fuerte, tus sentidos se aguzan, el de al lado te comparte un poco de cerveza. Y entre tanta algarabía, no podía ser de otra manera, los bombos retumban con más nitidez y la adrenalina acaba por hacerse dueña de tu cuerpo, de tu espíritu. Justo ahí terminas de fundirte con el equipo, con los jugadores, y cuando el árbitro da tres pitidos al 90, sonríes.

Tres puntos para arrancar con el pie derecho el torneo saben bien. Pero son solo un añadido a todo ese cúmulo de emociones, buenos ratos —otros no tanto— porque alguna vez hay que empatar y en otras, no queda remedio, se pierde. Y aún en esas tardes de domingo – miércoles – domingo has de sentirte feliz porque pudiste ver a tu equipo. Más importante aún, te juntaste con los tuyos. 

La cancha, imposible negarlo, es un templo del fútbol

Pero no es el único. Bien sea en un bar o frente a la tele en casa, el fútbol siempre ha estado ahí. No durante 90 minutos. Eso es solo lo que dura un partido, sin embargo, sus emociones suelen acompañarnos siempre. 

¿Quién no hizo amigos, cuando niño o ya un poco más grande, por el fútbol? ¿Quién no se juntó un viernes o sábado a la noche para rememorar algún partido, gol o remontada? ¿Recuerdas, cuando de niño, te regalaron un balón? ¿O ya de grande cuando conseguiste las entradas para un clásico? ¿O de padre cuando le regalaste un balón a tu hijo?

Esta última no me ha tocado todavía, no tengo hijos. Pero espero poder regalarle un balón y una camiseta a mi hijo/hija si la vida me regala esa suerte. Tuve la dicha, esa sí, de jugar y patear balones con mi abuelo, ese viejito español que fue hincha l hasta que se marchó a la otra vida, a la tribuna del cielo, desde donde seguro todavía alienta a los suyos, como lo hacemos los vivos en esta tierra. 

Así lo hicimos, así lo hice, confiado en que siempre esa alegría estaría ahí. De repente nos la arrebataron. Primero tuvimos una especie de advertencia al ver estadios vacíos en Europa, luego en algunos países de Sudamérica, hasta que llegamos a ese fatídico y lúgubre punto en el que el balón tuvo que parar.  

No ha sido fácil. Encerrado como he estado en casa —vivo en Argentina, más precisamente en Buenos Aires, quizá la ciudad más futbolera en todo el mundo— por la cuarentena total y obligatoria no se puede salir a ningún sitio. Solo a comprar comida o a la farmacia. Los libros y la música, esos otros dos guardianes que me han acompañado siempre, siguen ahí.

Emocionan las retransmisiones

Incluso el fútbol, que retransmiten por televisión cada noche. No en vivo, claro. Con todo, una final de Mundial, Libertadores o Champions vuelve a emocionarte. No solo porque fue un buen partido. Al mismo tiempo vuelves a transportarte a tal o cual momento. “Este partido lo vi en casa de mi papá”, “Me acuerdo de cómo gritamos este gol ese día”. Recobras la ilusión y la magia que tiene el fútbol, que tantos amigos y anécdotas nos ha dado. 

Puede que todavía sea pronto para saber cuándo volverá. Sin embargo, de algo sí estoy seguro: te extraño mucho, querido fútbol, gran y viejo amigo. Por favor vuelve pronto. En el mundo somos miles de millones los que te estamos esperando.

Escrito por: Luis Pico / @PicoLuis01

Foto: Analítica

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