Crujir de bielas: Vuelta al Táchira (I)

La Vuelta al Táchira fue el evento de ciclismo con mayor proyección mundial de América en la década del 70 y principios del 80. Vivir está experiencia y sus entrañas son parte de mi esencia familiar. Desde los primeros años, las conversaciones en el seno del hogar giraban en torno al deporte y especial al ciclismo.

Esa chispa llegó de la mano de Luis Alfonso Ramírez, narrador, periodista, quien a sus 77 años ha dicho que va por una transmisión más en la radio venezolana. Por ello vamos junto a él y su equipo para contar el vivir de la edición 55,  a decir verdad, un poco relegada y desorientada.

Pero como siempre con el acompañamiento del aura de seres que se niegan a verla caer. Un grupo con necesidad imperiosa de contar con relevo, que inyecte juventud dirigencial y de una vez por todas le otorgue el lugar merecido. Incluso a la par del Clásico RCN y la Vuelta a Colombia y por encima de eventos del sur de nuestro continente.

Por este motivo luego de varios años retorno con mi columna Crujir de bielas, cuya primera pincelada llegó en el Diario Los Andes gracias a Miguel Ángel Sánchez. Luego por una década pudimos desarrollar en las páginas centenarias del Diario El Impuso bajo el respaldo de Frank Depablos Useche.

Casualmente hoy, no podemos oler la tinta de ambos rotativos pero es digno reconocer los cientos de kilómetros que recorrimos juntos tras las emociones del pelotón.

Tras esto son muchas las experiencias en otras trincheras pero jamás alejadas del deporte y su evolución en territorio nacional. Sobre todo el ciclismo es uno de los más golpeados en el calendario y los esfuerzos por mantenerle activo en cada rincón son extremadamente titánicos.

Los inicios

Nuestra tarea será contar la perspectiva de 8 etapas. Donde danzará lo poco que vive de nuestro grupo de corredores junto a la participación de invitados que darán la emoción a una zona de la Nación que vive el encuentro con el pedal, como algo natural, suyo. En pleno permanece el ADN de 1977, año que permitió a Venezuela y el Táchira organizar un Mundial de Ciclismo.

Un evento que permitió al japonés Nakano Koichi ganar su primera medalla de oro, de las 10, que consiguió consecutivamente hasta 1986.

El multicampeón holandés Gabriel Mineboo. Igual los italianos Francesco Moser y Claudio Corti, quienes dominaron la ruta y el palmarés los recuerda, pero no puede olvidarse uno  de los mejores hombres de ruta, dueño del bronce, Franco Bitossi, uno de los ruteros de mayor peso presentes en suelo venezolano.

Tadeusz Mytnik, polaco, medallista olímpico en Montreal y uno de los mejores hombres en la contra reloj, formó parte de la cita.

Ustedes amigos lectores, dirán y para qué todos estos recuerdos. La memoria permite corregir, valorar y aceptar. Nos detendríamos a comentar de Martín Cochise o Ramazan Galaletdinov, referente del pedal colombiano y de lo que define la época de oro del ciclismo soviético. Quienes otorgaron momentos gloriosos al denominado ese entonces ciclismo aficionado, pero eso  lo haremos a medida que pase el recorrido.

Vuelta al Táchira

Ocho porciones. Un pequeño manjar inicial para los rematadores y luego el ascenso, el aroma de la montaña andina que abrirá la opción a un polivalente a diversos remates en terreno escarpado que definirán los elementos a contar.

¿Podrá Jimmy Briceño convertirse en tricampeón? ¿Se unirá otra bandera a la de Cuba, Unión Soviética, Colombia, Venezuela y Costa Rica en el palmarés? ¿Sellará Gianni Savio su sexta victoria como técnico? ¿Lotería del Táchira sumará su décima octava victoria?

¿Miranda conquistará por primera vez un título como equipo? Colombia arribará a 20 laureles? ¿Superarán a Freddy Vargas como el ganador más joven (20 años en 2002)? ¿Ganará el nombre rimbombante de Darwin Atapuma?

Impacto de La Vuelta

La Vuelta al Táchira parte junto a su ciudad que a pulso batalla con su día a día una cotidianidad extraña, ajena para el gentilicio andino. Afición que no merece las inmensas colas para cargar combustible, tradición de los últimos 8 años y los constantes cortes de fluido eléctrico. La soledad intermitente de sus calles y un ritmo de suspiro que sólo el tachirense ancla en su una piel de coraza.

Es el giro una alegría junto al seno del pueblo andino, que niega rotundamente dar paso al letargo. Cuesta mucho pero sobrevive y es la cita ciclística un encuentro con las tradiciones en casa o fuera de ella, a través del streaming de las diversas cadenas que transmitirán el evento.

Un recorrido que debió ser inscrito en junio del año pasado en la UCI (Unión Ciclista Internacional) y por poco no lo logra, pero el Ministerio del Deporte, la FVC y el presitigio aún vivo del Táchira abrieron la puerta y hoy puede leerse en la web del máximo organismo su formal registro.

Una o dos etapas en el Departamento del Norte de Santander, son por ahora, imposibles. Pasar el puente Simón Bolívar es un hecho que no debe repetirse en ninguna parte. Las polaridades que allí se viven son por los momentos aceptables para la supervivencia pero inaceptable para el compartir de los Pueblos. 

No imagino a la caravana pasando a pie a territorio colombiano con una gran recepción y al retorno ingresar a un túnel sin respaldo que ni siquiera a los propios venezolanos permite entrar con un tinte de dignidad. Una cosas es escucharlo, otra contarlo y muy diferente vivirlo. Por ahora fue lo mejor. A futuro siempre será crucial mantener este tipo de planes. Es propicio comentarlo.

Son muchas las cosas por definir, enfocarnos en lo deportivo será nuestra tarea desde este 6 de enero hasta el final de una historia de bielas. Escucharemos su crujir y le contaremos sus secretos. Prevenidos al banderazo de la Vuelta al Táchira.

Escrito por: Joel Casanova / @joelcasanova
Foto: Diario de Los Andes.

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