Todavía sin poder darle descanso a las frustraciones de solo minutos atrás, Buddy Bailey ingresó a la pequeña sala de prensa del lado de la derecha en el Estadio Universitario, tomó asiento frente a los pocos periodistas que solicitábamos sus declaraciones, y como era habitual, comenzó a dar su opinión sobre el juego que recién había terminado.
El rostro del norteamericano reflejaba una gran decepción, algo que puede resultar común para un dirigente cuyo equipo acaba de ser derrotado, pero que no lo era. Quienes tuvimos la oportunidad de asistir a sus distintas ruedas de prensa en dos temporadas con Tiburones, sabíamos que esta era difícil para el mandamás.
La Guaira había caído en el séptimo juego de la semifinal ante Aragua. Los bengalíes le quitaron la chupeta de la boca a los salados, y lo hicieron frente a su gente en el Estadio Universitario de Caracas.
Después de una pasantía poco positiva de Tony DeFrancesco con el club, Bailey trabajó con lo que pudo en su primer año con el equipo, y la mejoría fue notable en su segunda zafra al mando en esa 2015-2016. Tiburones realmente parecía destinado a la gloria después de casi 30 años de sequía.
Comprometido a ayudar
Con un futuro incierto frente a él, Buddy Bailey dejó caer una frase que causó un impacto inmediato en el oído de todos los presentes, incluyendo aquellos que nadaban contra la corriente para comprender su acelerado y confuso inglés.
“Quiero ayudar a Tiburones así no vuelva», aseguró el múltiple veces campeón de la pelota criolla con los Tigres.
Después de esa primera campaña al mando de los litoralenses, Bailey se percató de áreas que necesitaban mejoría inmediata, y en la siguiente temporada muerta, trabajó en conjunto con la directiva en el proceso de selección de importados. El timonel también ideó un plan acorde al formato de dos mitades que se puso en marcha en aquella zafra.
Bailey llegó a considerar el experimento como tres temporadas en una, pues en su mente era necesario dividir la campaña en una primera parte, una etapa complementaria y luego los playoffs.
No era complicado notar el compromiso del oriundo de Pennsylvania con la organización, pero que se ofreciera a dejar una carta para la directiva con sugerencias que le permitieran a la divisa seguir mejorando, incluso sin saber si tomaría el timón por tercer año corrido, era digno de admirar.
La última noche de Buddy Bailey
Esa fue la última noche de Bailey con Tiburones. El club optó por nombrar como mánager para la temporada siguiente a Oswaldo Guillén, quien por mucho tiempo había sido el capataz soñado de directivos y fanáticos de la novena.
El norteamericano volvió a la liga eventualmente con los Tigres, pero nunca se pudo confirmar con él o con ejecutivos salados si aquella carta se redactó, y de ser así, si la misma llegó a las manos de los destinatarios. Sin embargo, para quienes tuvimos el placer de ver el profesionalismo de Bailey durante esas dos temporadas, resulta casi imposible pensar que el estratega no haya cumplido con lo que adelantó.
La palabra tenía mucho valor para él, algo que quedó demostrado con cada anuncio, análisis o comentario que le ofreció a la prensa que seguía a diario los pasos del club.
Es por ello que hoy, a casi cinco años de esas declaraciones en medio de tanta penumbra, este servidor se pregunta qué habrá pasado con ese escrito. Tomando en cuenta la notable mejoría de los Tiburones desde aquel año de DeFrancesco en la 2013-2014, a los de Bailey que sucumbieron en ese juego de vida o muerte en la UCV, es fácil asegurar que el contenido de dicha carta era muy valioso.
Bailey se tomó el tiempo de estudiar a la organización. Tomó responsabilidades que no eran directamente parte de su contrato, y todo con la intención de cumplir lo que sí está implícito en los pactos que firma cualquier dirigente: ganar.
¿Trabajo desperdiciado?
Tiburones no ha vuelto a mostrar un pedigrí campeoníl como el que tuvo ese equipo de Bailey; ni siquiera la tropa de Renny Osuna el año pasado, a pesar de una sólida temporada regular.
El toque de Buddy Bailey en la divisa parece haberse evaporado tras su partida, lo que luce como una clara señal de que esa carta nunca se escribió. Peor aún, de que pudo haber terminado en un tacho de basura en el coso de Los Chaguaramos.
Quizás sería injusto decir que Buddy Bailey ha sido el acierto más grande de la actual directiva salada. Después de todo, fue otro capataz el que llevó a Tiburones a su única instancia final en la era de Antonio Herrera y Francisco Arocha en la máxima oficina.
Pero todos estos años después, y especialmente con esta historia reciente, es seguro señalar al norteamericano como una de las decisiones más sabias en este periplo.
La existencia de aquella carta o su paradero, se mantendrán como una incógnita, tal como la respuesta a qué hubiese pasado si Bailey regresaba al mando una tercera vez.
Tiburones tiene mucho por mejorar en la actualidad, tanto como tenían cuando el dirigente foráneo más exitoso en la historia del circuito tomó las riendas del conjunto la primera vez. Por suerte para ellos, en esta oportunidad tienen un ejemplo claro de superación para utilizar como guía.
Y si son de memoria corta, pues es hora de pedir o encontrar la bendita carta.
Escrito por: Andrés Espinoza Anchieta / @AndresEspinoza
Foto: LVBP