Cuando aquel batazo de Salvador Pérez esquivó el guante de Josh Donaldson en la parte baja del inning 12 en un repleto Kauffman Stadium, y los Reales concretaron la remontada para eliminar a los Atléticos en, posiblemente, el juego comodín más recordado hasta los momentos, el foco del alto mando de Oakland y de su fanaticada se centró de inmediato en la generación que venía en ascenso en sus granjas.
En las semanas siguientes a la culminación de esa temporada 2014, los A’s salieron de Donaldson, Brandon Moss, Jon Lester, Jonny Gomes, Jeff Samardzija y otros veteranos protagonistas de aquel grupo, lo que dio inicio de forma oficial a un nuevo proceso de reconstrucción dentro de la organización.
El objetivo en esta oportunidad era claro: esperar que prospectos como Matt Olson (selección de primera ronda en 2012), Matt Chapman (primera ronda en 2014) y Franklin Barreto (adquirido en el cambio de Donaldson) estuvieran listos para aportar en el equipo grande. Además, como es tradicional de los conjuntos en procesos de construir para el futuro, Oakland cambió a más figuras establecidas por joyas promisorias en los meses y años siguientes.
En 2015, intercambiaron al experimentado utility Ben Zobrist a los mismos Reales por la entonces promesa del pitcheo, Sean Manaea, tan solo unos meses después de hacerse del torpedero Marcus Semien y del lanzador Chris Bassitt en un canje con los Medias Blancas por Samardzija.
Liam Hendriks llegó desde los Azulejos por Jesse Chávez a finales de 2015, mientras que en 2017 se realizó el “blockbuster” que llevó a Sonny Gray a los Yanquis a cambio de lo que se pensaba que sería un grupo ultra valioso para la divisa californiana, conformado por el jardinero Dustin Fowler, el infielder Jorge Mateo y el serpentinero James Kaprielian, todos muy bien rankeados entre los prospectos neoyorquinos de ese momento.
Un año antes, la directiva de los Atléticos había tirado del gatillo al salir de Rich Hill y Josh Reddick, otro de los grandes colaboradores en las incursiones a playoffs del club a comienzos de la década pasada, a cambio de tres brazos con muy buenas proyecciones como Frankie Montas, Jharel Cotton y Grant Holmes.
La guinda al pastel la colocaría el venezolano Jesús Luzardo, quien llegó junto con Sheldon Neuse y Blake Treinen a mediados de 2017 proveniente de los Nacionales, que recibieron a dos de los principales relevistas de Bob Melvin en Sean Doolittle y Ryan Madson.
La mejor camada del club en mucho tiempo:
Con algunos retoques adicionales, como la adición de otras promesas como J.B. Wendelken, la selección en el draft de Sean Murphy, los poco mencionados canjes por Ramón Laureano y Mark Canha, y la suma de veteranos como Mike Fiers, Yusmeiro Petit, Robbie Grossman y Khris Davis, se terminó de redondear el grupo más esperado por el alto mando de la novena desde aquel de Eric Chávez, Miguel Tejada, Jason Giambi, Ramón Hernández y compañía a comienzos de los 2000.
Se suponía que este grupo pondría fin a una sequía de títulos que ya supera los 30 años. Incluso los aficionados llegaron a soñar con no temer cuando se presentara el momento de negociar contratos grandes con sus jóvenes figuras, pues la promesa de un nuevo estadio, que a su vez generaría mayores ingresos para la divisa, permitiría romper aquella tendencia de “un equipo de bajo presupuesto”.
La realidad ha sido cruel para la fiel afición de los “Elefantes Blancos”. No solo ha resultado imposible derribar la barrera de la Serie Divisional en años recientes, algo que se consiguió por última vez en 2006, sino que la posibilidad de ver partir a Chapman y Olson, cabecillas de este núcleo actual, es cada vez más grande.
Con más de tres mil días de servicio cada uno y con desempeños que cada vez son de mayor nivel, los Matts continúan acercándose peligrosamente al límite imaginario de salario a pagar que parece tener el actual propietario del club, John Fisher. Olson acordó por cinco millones de dólares en su primer año de arbitraje salarial en este 2021, mientras que Chapman cobrará $6.490.000.
Solo el recién adquirido campocorto Elvis Andrus (cobrará $14.25 millones este año, aunque parte de eso lo pagarán los Rangers) y Canha ($6.925.000) recibirán un sueldo mayor al del tercera base por parte de los Atléticos este año. Olson, a su vez, también tiene por encima a Manaea ($5.950.000) y al jardinero Stephen Piscotty ($5.583.333)
Además de la amenaza latente de poder perder a sus dos peloteros principales próximamente, al punto de que medios neoyorquinos ya comenzaron a reportar de conversaciones preliminares entre los Mets y los Atléticos sobre Chapman, Oakland también ha quedado contra la pared por el fracaso de muchas de sus transacciones.
Ninguno de los cuatro peloteros que recibieron los A’s en el cambio por Donaldson continúa en la organización, al igual que Mateo, quien fue canjeado a los Padres sin haber disputado ni un solo encuentro con el uniforme de Oakland. Fowler y Kaprielian, por su parte, han tenido muy pocas oportunidades con el equipo grande hasta ahora.
Hendriks se estableció como uno de los mejores cerrados de todo el beisbol, pero el reloj volvió a jugar en contra de los Atléticos, que se quedaron con las manos vacías en el tiempo que le tomó al australiano llegar a la agencia libre, caso similar al de Semien.
Mucho éxito individual, pero poco colectivo:
Cotton tuvo un estreno prometedor en 2016, pero no pudo repetir dicho éxito en 2017 antes de ser sometido a la cirugía Tommy John. En noviembre de 2019, su contrato fue comprado por los Cachorros de Chicago.
Por su lado, Holmes se mantiene como una opción interesante para la rotación de los A’s rumbo a 2021, pero molestias físicas y problemas de descontrol han disminuido considerablemente la algarabía que solía acompañar su nombre.
Treinen tuvo una temporada histórica con el equipo en 2018, dejando una efectividad de 0.78 y 38 salvados en 68 apariciones para el club, pero tampoco fue el mismo al año siguiente, lo que le terminó costando el puesto de cerrador e incluso su continuidad con el equipo.
Y más recientemente, Oakland salió de Neuse, quien lucía como uno de los principales candidatos a quedarse con el puesto de segunda base regular de la divisa, en una transacción que lo envió junto al lanzador Gus Varland rumbo a los Dodgers, por el también serpentinero Adam Kolarek y el jardinero sin experiencia en las mayores, Cody Thomas.
Si bien dicho movimiento, al igual que el de Andrus, ratifica el deseo de la directiva de competir nuevamente este año, también parece dar señales de que este podría ser el último intento de la organización de ganarlo todo con este núcleo de jugadores, antes de iniciar un nuevo proceso de reconstrucción.
Con el ascenso de Chapman, Luzardo, Olson, Murphy y compañía al máximo escenario, las granjas de los Atléticos han quedado prácticamente desoladas, al punto de que hace días fueron rankeadas por Baseball America en el puesto 29 entre los 30 equipos de las mayores.
Oakland cuenta con algunos prospectos interesantes en su sistema, como el paracorto dominicano Robert Puasón, el receptor Tyler Soderstrom y el torpedero Nick Allen, pero ninguno de ellos ha jugado todavía en una liga superior a la de clase A fuerte; de hecho, ni Puasón, ni Soderstrom han realizado sus estrenos oficiales como profesionales, lo que indica que estarían por lo menos a unos tres años de colaborar a tiempo completo en las mayores.
Es cierto que varias de las figuras más destacadas de los Atléticos en la actualidad estarán bajo contrato garantizado con la divisa por un par de años más como mínimo, pero para todos aplicarán las alarmas de preocupación que suenan hoy en día con Chapman y Olson en sus casos de arbitraje.
Podrían buscar municiones para más adelante:
Además, si la próxima opción real del equipo para competir será en los alrededores del 2023 o 2024, pues quizás el equipo vea con mejores ojos cambiar a varios de ellos en los meses y años siguientes por piezas que estén listas para la gran carpa al mismo tiempo que Puasón y compañía.
La actual directiva de los Atléticos ha demostrado anteriormente su sangre fría a la hora de desmantelar un plantel en cuestión de semanas cuando el dinero comienza a ser un problema, incluso si eso significa someter a su club a varios años de oscuridad posteriores. Después de aquel juego comodín ante Kansas City, Oakland pasó los siguientes tres campeonatos con récord negativo, cerrando en el sótano de su división en cada uno de ellos.
La diferencia en esta oportunidad es que la expectativa que creó la gerencia sobre este núcleo de peloteros jamás existió alrededor de los pasados, por lo menos desde la mencionada camada de hace 20 años atrás.
Desmantelar a este plantel será mucho más complicado para la directiva; no desde el punto de vista de encontrar otros equipos interesados en sus jugadores, sino con respecto a la presión de la fanaticada, que ya ha comenzado a llenar de mensajes las distintas redes sociales del equipo solicitando la venta del club.
Si Oakland no consigue el protagonismo en 2021 y en efecto deciden volver a presionar el botón de reconstrucción en el próximo invierno, la organización cargará sobre sus hombros con uno de los proyectos fracasados más grandes de divisa alguna en tiempos recientes en las Grandes Ligas.
Un bajo presupuesto no te libra de que tu equipo pueda recibir la etiqueta de “decepción”, y mucho menos en un beisbol de hoy en día que ha visto a los Rays, otro club de “mercado chico” y en necesidad de conseguir un nuevo estadio, alcanzar la Serie Mundial.
La fama de “Moneyball”, tanto en su versión escrita, como también en la cinematográfica, le ha dado al alto mando de los A’s un posicionamiento errado como uno de los mejores en el beisbol. Oakland ha fracasado no solo a nivel global, sino también en su propio juego, pues Tampa Bay tomó la filosofía que los hizo tan peculiares y sacó de ella muchos mejores resultados.
Ningún fracaso, sin embargo, sería tan grande como desmantelar a este tan esperado grupo sin ni siquiera haber podido alcanzar una Serie de Campeonato. Y este 2021 se asoma como la última oportunidad de evitar esa vergüenza.
Escrito por: Andrés Espinoza Anchieta | @AndresEspinoza
Foto: AP.