No es un secreto para nadie que los Lakers han mostrado un baloncesto muy pobre desde que regresó la acción de la NBA en la burbuja de Orlando. El conjunto angelino ha perdido cuatro partidos de los seis que ha disputado. Pero el problema no es el fondo, es la forma. Toronto, Oklahoma y Houston no tuvieron mayores dificultades para vencer al líder de la Conferencia Oeste, que solo mostró oposición verdadera ante Indiana.
Bastante lejano parece haber quedado en la memoria colectiva la victoria sobre los Clippers que dio inicio a su andar en la burbuja. Hoy solo se habla de cuán vulnerable es el equipo, de la carencia de química en la plantilla y de la poca efectividad ofensiva que han tenido en los últimos días. Y aunque esto es lo que todos hemos apreciado en gran parte de los seis partidos que jugaron, aún sigue siendo muy pronto para sacar conclusiones.
El inicio lento de los Lakers era previsible
Una de las causas por la cual los Lakers han jugando tan mal últimamente se debe a la falta de ritmo. Cualquiera podría argumentar que los otros contendientes vivieron las mismas condiciones y no han deslucido así. Pero no podemos olvidar que los 16 veces campeones de la NBA perdieron a Rajon Rondo y a Avery Bradley. Dos piezas de peso: un armador nato que hacía fluir mejor a la ofensiva y un excelso defensor que además cumplía en ataque.
Y claro, éstos fueron reemplazados. Los sustitutos elegidos fueron Dion Waiters y JR Smith. El primero comenzó enchufado y se ha ido desinflando, mientras que el segundo apenas y ha gozado de minutos en cancha. Aunado a ello, naturalmente existe un proceso de integración y adaptación a un nuevo equipo.
En una situación tan atípica como esta, es de esperar que los «refuerzos» no den buenos frutos con menos de 10 partidos jugados. Al mezclarse con el resto del equipo, que de igual forma está falto de ritmo, el resultado estará lejos de ser el mejor.
Este termómetro no es el indicado
Tras vencer al Utah Jazz en el tercer partido del mini calendario de ocho encuentros, la escuadra dirigida por Frank Vogel aseguró el liderato de la Conferencia Oeste. Y así no se diga públicamente, los equipos que lo consiguen con tanta anticipación suelen bajar el ritmo.
A menos que estén persiguiendo el récord de más ganados como Golden State en 2016, las franquicias prefieren dosificar y empezar a pensar en la instancia que más les importa. LeBron no jugó ante Houston. Morris por decisión técnica no estuvo en cancha en dos de los partidos. Caldwell-Pope no jugará ante Denver. Es lo normal, lo lógico.
Estos partidos sirven para detectar detalles negativos a cambiar previo a los Playoffs. Para incluso darse el lujo de probar variantes y claro está, para tomar ritmo competitivo. No son para calificar tan estrictamente a un candidato al título. Por cierto, justo esta última forma de llamar a los Lakers es lo que aumenta el alarmismo.
El hecho de que los Los Angeles Lakers sean el primer conjunto llamado a quedarse con el trofeo Larry O’Brien lleva al entorno de la NBA a preocuparse en demasía ante la mínima muestra de debilidad que éstos muestren. Casualmente los «signos alarmantes» se muestran en la parte final de la temporada, después del parón. Y uno más uno es dos.
Milwaukee, líder de la Conferencia Este, perdió este lunes ante Toronto y posee el mismo récord negativo en la burbuja (2-4). No parece que se hablase igual que como se ha hablado de Los Angeles. Menos cuando el mejor equipo a lo largo del año han sido los Bucks.
Los Lakers se ocuparán, calma
Las sensaciones son muy importantes, y más en esta dinámica que generó la liga para culminar la campaña. Pero fácilmente los Lakers pueden ganar sus últimos dos partidos y entrar a primera ronda como si nada de esto hubiese pasado. También podrían perder dichos juegos y francamente tampoco debería suceder algo extraordinario.
Lo cierto es que su nivel de juego tenderá a ser cada día mejor. Habrá más concentración en la plantilla y más minutos para las figuras. La rotación se acortará. Así es el «modo postemporada». Seis partidos no eliminan lo conseguido en meses por una escuadra que tiene años sin saber qué es jugar más allá de la temporada regular.
El verdadero torneo para los angelinos comienza el 17 de agosto. Les queda por delante una semana turbulenta para continuar afinando detalles y mejorar la química del equipo. Probablemente no conozcan a su rival hasta un día antes del juego 1 de la primera ronda. Se encontrarán a un equipo con mayor carga física y mental. Partirán con ventaja. Por lo que en siete días no habrá argumento que valga: tendrán que demostrar de qué están hechos. Mientras tanto, calma.
Escrito por: Jorge Fernández / @SirGeorgeF.
Foto: Kevin Cox/Pool Photo.