Por primera vez desde 1995, los Bravos de Atlanta son los monarcas de las Grandes Ligas. La tropa dirigida por Brian Snitker desafió cualquier cantidad de pronósticos y revirtió un sinnúmero de obstáculos para superar a los Astros de Houston en seis encuentros y quedarse con el cuarto título de Serie Mundial en la historia de la franquicia.
El equipo comandado por Freddie Freeman, capitán indiscutible de la organización desde hace varios años, completó la tarea este lunes, con una victoria de siete carreras por cero en un repleto Minute Maid Park, en lo que fue el cierre perfecto para un grupo que se negó a bajar los brazos frente a la adversidad en 2021.
Sí, es cierto que los Bravos tenían la ventaja de 3-2 sobre los Astros rumbo al sexto choque, lo que evidentemente los mantenía como favoritos matemáticos a ganarlo todo. Pero al igual que en muchas otras oportunidades a lo largo del año, parecía que todo el mundo beisbolero, incluso fanáticos del mismo conjunto, anticipaban un desplome en cualquier momento.
Cuando la divisa no pudo sellar el título en casa el sábado, cayendo en ese quinto duelo con el momentum de su lado, era fácil conseguir en las redes sociales comentarios que enfatizaban «ahora sí» y «se acabó el cuento de hadas«.
Bajas de bajas:
Desde un principio, la historia de los Bravos en 2021 lucía destinada a un final decepcionante, por lo menos ante la mirada de quienes veían los toros desde la barrera. Quizás tenía que ver con que la novena perdió una ventaja de 3-1 en la Serie de Campeonato de la Liga Nacional ante los Dodgers el año previo. O posiblemente el pesimismo iba más relacionado al hecho de que este año le puso cualquier cantidad de trabas al combinado.
Ronald Acuña Jr., Huascar Ynoa y Travis d’Arnaud, tres jugadores llamados a ser protagonistas para el club, sufrieron lesiones graves que los marginaron durante una buena porción del torneo. Mike Soroka no llegó a soltar ni un pitcheo en la ronda regular. Incluso iniciando el «Clásico de Otoño», Atlanta perdió a su abridor Charlie Morton por el resto de la serie debido a un problema físico.
Atlanta llegó al Juego de Estrellas con récord negativo de 44-45. Un clásico de luminarias, por cierto, que inicialmente estaba previsto a disputarse en el Truist Park, pero que debido a inconvenientes ajenos al beisbol, fue reubicado hacia el Coors Field. Un golpe que quizás no tuvo impacto alguno en el desempeño del equipo, pero sí en el sentir de una ciudad que añoraba momentos dulces en esta disciplina.
De las 10 escuadras clasificadas a la postemporada este año, incluyendo a los cuatro comodines, Atlanta, campeón de la división Este, tuvo el peor récord (88-73).
Los Bravos no fueron favoritos ante los Cerveceros en la Serie Divisional, ni mucho menos ante los Dodgers en la Serie de Campeonato. Varios pronosticaban una barrida de los Astros antes de que iniciara la etapa culminante.
Ni siquiera Freeman se creía lo que estaba haciendo su equipo. Cuando Atlanta clasificó a su primera Serie Mundial desde 1999, el inicialista hizo público su asombro por lo que había logrado la organización sin Acuña Jr., a quien catalogó como el mejor pelotero de la liga en su opinión.
Pero los Bravos siguieron ganando, de alguna forma. Sin importar el rival o el escenario. Sin importar los pronósticos o las trabas, Atlanta consiguió uno de los títulos de Serie Mundial más impensables en mucho tiempo.
Greg Maddux, Tom Glavine, Chipper Jones, Ryan Klesko, Javier López, John Smoltz, Fred McGriff y todo el elenco de aquel conjunto campeón frente a los Indios en el ’95, pueden estar más que orgullosos de Freeman, Jorge Soler, Dansby Swanson, Max Fried, Ozzie Albies, Adam Duvall, Austin Riley, Eddie Rosario, A.J. Minter y compañía.
Bobby Cox puede estar muy orgulloso de Snitker. Y todo el beisbol, del rincón de donde provenga, debe estar muy orgulloso de unos Bravos que mostraron una resiliencia como pocas otras.
La verdadera historia de nunca rendirse.
Escrito por: Andrés Espinoza Anchieta | @AndresEspinoza
Foto: Cortesía Bravos.