Hacía al menos siete años que la Vinotinto no disputada un partido de Eliminatorias con algo en juego más allá de su propio honor deportivo. En términos competitivos, la sensación de sentirse verdaderamente en la carrera para cumplir el sueño de clasificar al Mundial no se sentía, como luego de vencer a Chile, desde aquella fatídica -aunque no impensable- derrota contra Uruguay en Cachamay, con zurdazo de Cavani, con tres puntos que probablemente hubieran dado el envión en el tramo final para adueñarse del repechaje, que terminó en poder, curiosamente, de la Celeste.
Del equipo que cayó en aquella noche de junio de 2013 hoy apenas quedan algunos, como Fernando Aristeguieta y Alex González, o los entonces y aún referentes Salomón Rondón y Tomás Rincón, con más batallas pero también edad encima.
¿Qué pasó en el medio? Algunas victorias en Copa América, sí, pero también cuatro años de calvario, en lo que comenzó llamándose “rumbo a Rusia 2018” y terminó, para muchos, en un viaje al pasado, con una selección que a pesar de un par de empates y un triunfo testimonial contra Paraguay, daba señales de debilidad, de hallarse sin rumbo a la hora de jugar, escoger un esquema o tan siquiera tener un 11 titular.
Cambio de técnico vinotinto en el camino
Y si a eso se sumaba más de un año sin actividad por falta de amistosos, la salida a última hora de Rafael Dudamel, un toque técnico de FIFA a la FVF y las idas y vueltas en la designación de José Peseiro, un portugués desconocido en el país y sin conocimientos de un fútbol inhóspito como el venezolano, el panorama no podía ser más desolador para pensar, si quiera, en competir “rumbo a Catar 2022”. Ni hablemos, entonces, de clasificar…
Pero la victoria contra Chile, de buenas a primeras, no solo resultó un bálsamo en la tabla -Venezuela estará, al menos hasta marzo de 2021, apenas a tres puntos del repechaje- sino que también el equipo dio muestras del rendimiento del cual es capaz, con un entrenador que parece conocer, paso a paso, sobre la marcha, a los jugadores que tiene a disposición para sacarles el máximo provecho posible.
Construcción Vinotinto sobre la marcha
Probó Peseiro, en cuatro partidos, diferentes recetas para conseguir sus primeros tres puntos. Con los nombres no hizo experimentos, pues llamó a los que se supone cualquier otro hubiera convocado, pero en el trajín sí modificó, entre ensayo y error, en la defensa y el mediocampo.
Arrancó comiéndose una goleada en su visita a Colombia. Enfrente tenía a una selección con jugadores de élite que hace años juegan juntos. Difícil panorama para un tipo que debutó oficialmente sin amistosos previos. Y el intento de presionar arriba, de plantear un mano a mano, como él mismo reconoció posteriormente, estuvo lejos de funcionar.
Cierto es también que Feltscher de lateral derecho y Roberto Rosales a pierna cambiada por la izquierda no tuvieron su mejor noche, como tampoco fue el caso de Wuilker Fariñez, que del estrellato con Millonarios permanece condenado al ostracismo desde que arribó a Europa. Y arriba Córdova, habitualmente extremo por banda derecha, lució perdido como 9 ante la ausencia de Rondón.
Ya contra Paraguay, en una Mérida hecha añicos donde ni la Vinotinto se salvó de las fallas eléctricas ni la intermitencia del agua y del WiFi en el hotel de concentración, la imagen tampoco varió a pesar de hallarse de local. La caída, por 0-1, se dio en un partido en el cual la Vinotinto se defendió como si hubiera jugado de visitante, y apenas inquietó a unos paraguayos acostumbradísimos a complicar a cualquier selección que visiten… si no pregúntenle a la Argentina.
La Vinotinto con un plan de visitante y otro como local
Nunca fue sencillo para nadie visitar a Brasil, que hasta hoy jamás perdió un partido como local en Eliminatorias. Esta vez, con todo y las bajas de Neymar, Coutinho, Casemiro y Fabinho no sería la excepción. De más está decir que habría que correr hasta el final y luchar cada balón si al menos quería arrancarse un punto.
Y casi. Por muy poco no se logró.
Decididos a jugar con tres medios de corte en el centro del campo ―a los habituales Tomás Rincón y Junior Moreno se sumó el jovencito Cristian Cásseres― más el refuerzo defensivo de Yeferson Soteldo y Darwin Machís, que debían bajar siempre a ayudar a sus compañeros, la Vinotinto aguantó solemnemente un 0-0 que duró hasta el minuto 65. Pudo ser 1-1 si un tiro libre de Rómulo Otero, por muy poquito, no se hubiera ido fuera.
Al ataque con criterio
Si en algo varió el planteo de Venezuela contra Chile con respecto a la visita en Brasil fue que la Vinotinto, por primera vez en muchos años, salió en casa a proponer juego, tocar la pelota e intentar, una y otra vez, hacer daño al rival.
Luego que Mago descorchara temprano la botella de Vino tinto tras el enésimo capítulo del “dos cabezazos en el área son gol”, Venezuela no se encerró sino que buscó el segundo. Pudo lograrlo si Machís o Rondón, en un par de manos a mano frente a Bravo, hubieran tenido la tranquilidad que suelen tener con sus clubes.
Y más mérito tuvo el equipo si se toma en cuenta el rápido empate de Vidal, que en ningún momento supuso un baldazo de agua para una Vinotinto en todo momento decidida a jugarlo para ganarlo, con un dominio indiscutible ante una Roja siempre complicadísima.
Para lograrlo Venezuela tuvo un centro del campo dinámico, con Yangel Herrera en modo estelar, un trabajador Junior Moreno y el novel Cásseres que jugó como si tuviera la experiencia de Tomás Rincón que se fue a Italia desde Colombia ―no podía jugar por acumulación de amarillas― y que así como estuvo ausente en Caracas, poco o nada se lo extrañó en la cancha.
Osorio-Ángel, una sólida pareja de centrales
El todavía capitán, hasta ahora inamovible pese a la baja que arrastra en su rendimiento desde hace ya algún tiempo, dejó en evidencia que tendrá que competir con jóvenes que se asoman como alternativas de presente/futuro en su puesto.
También ayudó que en defensa Yordan Osorio, llamado a ser el referente de la zaga por jugar en Italia, tuviera como compañero a un Wilker Ángel que le ganó la partida a otros como Chancellor o Villanueva, quienes a priori se le perfilaban por encima.
Pero Osorio y Chancellor no estuvieron solos sino que contaron con el ida y vuelta de Alex González y Luis Mago en los laterales, con los cuales Venezuela volvió a jugar con un zurdo por izquierda y un diestro por derecha, cosa que no sucedía hacía bastante. Y es que así como se sacrificaron abajo, arriba subieron una y otra vez para refrescar a Machís y Savarino, con energía en las piernas y fútbol en los botines. Atrás quedaron los partidos del “balonazo dirigido”, como lo llamaba César Farías.
Otero y Soteldo, la frutilla del postre
Y la frutilla del postre, desde luego, la pusieron Otero y Soteldo, que juntos en cancha, frescos para los últimos 15 minutos, no solo demostraron su calidad, su visión, su inteligencia, sino que no se estorbaron en ningún momento. De hecho, se buscaron constantemente, desequilibraron a Chile ―que no quedó con diez porque al árbitro le pesó expulsar a Vidal― y que de paso supieron dormir, con la tranquilidad de tener la posesión, un partido que Soteldo hizo ganar con un gol que Rondón deberá estarle agradecido, pues se la puso de forma tan sencilla que solo tuvo que empujarla.
El único punto negro, o quizá no, pues la suerte también ayuda y en esta oportunidad estuvo del lado Vinotinto, estuvo en el desempeño de Fariñez, muy nervioso sobre el final, dubitativo en las salidas, y que contó con la fortuna del poste para que todo el trabajo no terminara tirado por la borda justo sobre el final, como tantas veces sucedió, en clave maleficio, a la selección y a los clubes venezolanos. Hasta eso salió bien ante Chile.
¿Podrán jugar juntos?
Mucho falta para marzo, cuando la Vinotinto recibirá a Ecuador para luego visitar a Perú. De haber sido pronto, quizá este envión hubiera venido como anillo al dedo. En el mientras tanto, muchas cosas pueden suceder. Pero en la resaca del triunfo, seguramente más de uno se preguntará si será posible ver a Otero y Soteldo juntos desde el arranque, aun cuando no duren los 90 minutos en cancha. O si al menos uno de los dos pudiera ir desde el vamos. O si Otero pudiera, eventualmente, acompañar a Herrera y Moreno/Cásseres en el medio.
Lo cierto es que Otero y Soteldo, una vez más, demostraron que son distintos al resto y que los partidos grandes no les pesan, los disfrutan. Será un buen dolor de cabeza para Peseiro, como bueno fue el día siguiente para los que atravesaron este desierto de tantos años sin ver, por un ratito, a la Vinotinto competir para cumplir el sueño de ir, por primera vez, a un Mundial.
Queda mucho por delante, todavía más por trabajar, sobre todo para que esto no haya sido un mero espejismo. El tiempo dirá. Jugadores y talento, como se ha dicho muchas veces, hay.
Por Luis Pico / @PicoLuis01
Foto: Prensa FVF