El querido y respetado periodista deportivo Rinolfo Quintero partió de este mundo a la edad de 46 años. Un quebranto de salud no los arrebató a muy temprana edad, en la flor de la vida, para tristeza de todos quienes tuvimos el privilegio de conocerlo, gozar de su amistad y disfrutarlo como compañero en una sala de redacción.
Su deceso ocurrió el pasado 10 de mayo en Barquisimeto, capital del estado Lara, tierra donde echó raÃces tras salir de su querida Maracaibo. A la ciudad crepuscular llegó por una oferta de trabajo. Era un furibundo seguidor de las Ãguilas del Zulia, pero supo hacer la tarea, profesionalismo por delante, cuando se le encomendó  la responsabilidad de seguir el vuelo de los Cardenales de Lara para plasmar los detalles en las centenarias páginas del diario El Impulso.
Con su pluma, Rino, como le llamábamos cariñosamente, deleitó, por mucho tiempo, a los exigentes lectores que cada mañana compraban el impreso para conocer la historia de los nueve innings de la noche anterior, en tiempos en que Luis Sojo, Robert Pérez y Giovanni Carrara acaparaban buena parte de la atención dentro de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional.
“El Maracuchoâ€, como le conocÃan en el nido cardenal, era un periodista de calidad. Procuraba siempre en ir más allá de lo que estaba a la vista y esa apasionada forma de hacer periodismo le valió premios, halagos y respeto. Asà era Rino, el de la frase “escribilo!, porque quien guarda noticias, guarda lamentosâ€, y asà se mostró en sus últimos trabajos periodÃsticos, presentados en Cotejo Info.
El béisbol fue su especialidad fuerte, pero era conocedor a fondo de otras disciplinas. Baloncesto, voleibol, atletismo, fútbol. En todas, como en la pelota, dejó su huella, no solo desde la óptica de la crónica o el reportaje, sino que desde el rol del periodismo institucional, como encargado de prensa de eventos como la Liga Mundial de Voleibol o el Suramericano de Atletismo.
Rinolfo Quintero: auténtico, solidario y gran padre
Rinolfo Quintero era auténtico. Como buen maracucho se hacÃa notar por donde pasaba. Siempre alegre, con alguna frase u ocurrencia, arrancaba carcajadas en la redacción de El Impulso cuando extrañamente quedaba en silencio.
El periodista, de más de 1.90 de altura y 100 kilos de peso, era un abanderado de la solidaridad, siempre dispuesto a tender la mano, tanto en las salas de redacción como en las aulas universitarias, donde se encargó de formar a decenas de periodistas en las escuelas de comunicación social que hacen vida en la entidad larense.
Por eso no le faltaron amigos en las dificultades de una enfermedad que lo condujo a un hospital, desde hace un par de semanas. Cada quien, como pudo, sumó un granito de arena en el intento de ayudarlo a salir adelante, aliento que llegó desde las distintas partes del mundo, América y Europa, donde están regados los ‘Amigos de Rino’.
Si como periodista fue de los mejores y como amigo un incondicional, Rino dio una cátedra de responsabilidad, lo mismo que de amor profundo, en su rol de padre, el que más disfrutó en su recortado paso por este mundo.
Reyjavik y Alma fueron sus tesoros más preciados. No se cansaba de repetirlo. Los elogiaba, compartÃa las alegrÃas que ellos le daban por sus logros en el colegio o en algún evento deportivo. El orgullo le brotaba por los poros y los ojos le brillaban. Rino fue un padre ejemplar, que entregó todo lo que pudo y tuvo, en medio de difÃciles circunstancias por su enfermedad. A quienes tenemos la fortuna de ser padres nos queda esa enseñanza.
Hoy toca decirle adiós a Rino y agradecerle por su amistad. Hasta luego, estimado amigo. Descansa en paz.
Escrito por Carlos José Méndez / @CarlitosJMendez
Foto: CortesÃa