A los fanáticos de los Yankees no les gustará esto y lo entiendo muy bien. Ser celoso con los jugadores que brillaron y marcaron una época en tu equipo es completamente aceptable. Y por eso es importante decir que, más allá de que ahora defienda a otra organización de Grandes Ligas desde las oficinas, Derek Jeter ha sido, es y siempre será orgullo de la franquicia más ganadora en la historia del juego.
Bernie Williams, su compañero de equipo durante varias contiendas en la «Gran Manzana», lo explicó de manera impecable en el video de presentación que colocaron justo antes de que el extorpedero diera su discurso de inducción al Salón de la Fama este miércoles. Junto a Babe Ruth, Joe DiMaggio, Mickey Mantle, Lou Gehrig y el resto de íconos históricos de los mulos, allí también está el nombre de Jeter.
El nuevo inmortal fue drafteado por los Yankees, debutó en las mayores con los Yankees, ganó el Novato del Año, múltiples Guantes de Oro, Bates de Plata e invitaciones al Juego de Estrellas con los Yankees y se retiró con los Yankees.
El miércoles, en su ceremonia de inducción frente a una multitud que en su inmensa mayoría lucía indumentaria de los neoyorquinos, Jeter recibió la anhelada placa que lo inmortalizará en la historia y en ella, por su puesto, exhibía una gorra con el logo de sus Yankees.
Para resumir, indudablemente el 14 veces All-Star es símbolo y sinónimo de Nueva York, o por lo menos de los lados del Bronx.
Legado universal:
Una vez dicho eso, me dispongo a explicar el punto a tratar en esta oportunidad. Por mucho que Jeter sea, principalmente, un representante de los Yankees y de su fanaticada, el impacto que causó en el beisbol fue de tal magnitud que incluso sacudió a varios hogares en Boston.
El odio, resentimiento o simple deseo de aborrecer a los llamados «Bombarderos» por parte de las aficiones de los otros 29 equipos de las mayores tenía un punto y final. Derek Jeter era el jugador con uniforme a rayas que resultaba imposible de abuchear, cuando menos para la mayoría.
A pesar de ser descrito, incluso en la mencionada placa, como el capitán de los Yankees, y de ser protagonista de algunos de los momentos más trascendentes del beisbol en las últimas dos décadas; y por ende, antagonista en el guion de muchos conjuntos rivales, Jeter se convirtió en favorito de fanaticadas a lo largo de los Estados Unidos y alrededor del mundo.
Su comportamiento sobre el terreno de juego y su actitud respetuosa frente a los micrófonos, se fueron ganando seguidores en un sinnúmero de ciudades en las que el simple logo de «NY» es detonante de discusiones y enfrentamientos.
Jeter se transformó en la cara de toda una generación que creció en los 90 y comienzos de los 2000, tratando de emular en el patio trasero sus emblemáticos disparos desde el hueco o su mecánica en el plato. El número «2», usualmente poco llamativo para un niño o adolescente en búsqueda de personalizar el dorsal de su jersey, vivió un antes y un después con la carrera del «Señor Noviembre».
Su imagen en la portada de varios videojuegos de la época expandieron su popularidad a lugares en los que ni siquiera se seguía el beisbol con frecuencia. En compañía de Ken Griffey Jr., otro ícono global de este deporte, Jeter se estableció como la cara de la disciplina desde finales de los 90 y hasta su inolvidable último juego en 2014.
Hay una razón por la que su tour de despedida ese año resultó diferente a cualquier otro. Las ovaciones que recibió en cada uno de los escenarios que visitó antes de cerrar su ciclo como pelotero, respaldan el caso de que Jeter es un Salón de la Fama que representa a toda una generación.
Su placa es de los Yankees. Su carrera es de miles de treintones y casi treintones que crecieron en paralelo con su legado.
Qué emoción verte en ese podio, «Capitán». Nos haces sentir viejos, pero orgullosos.
Escrito por: Andrés Espinoza Anchieta | @AndresEspinoza
Foto: Cortesía Baseball Hall.