La inclusión de Colombia entre los equipos participantes en la Serie del Caribe fue recibida por todo lo alto, incluso en Venezuela. No solo por la cercanía y larga historia de ciudadanos con ambas nacionalidades, sino también por un aspecto simbólico.
Ozney Guillén, un joven caraqueño, se convirtió en el primer mánager de un combinado cafetero en el torneo caribeño, cuando sus Vaqueros de Montería alzaron la bandera neogranadina en la pasada edición de la competición.
Panamá, que había regresado a la contienda en 2019 por primera vez en décadas, servía de gran precedente para la idea de la expansión. En su retorno hace tres años, la delegación centroamericana se coronó como monarca de la región, obteniendo el segundo cetro del Caribe en la historia del país.
Sin embargo, con Colombia el panorama ha sido muy distinto. Para comenzar, el desempeño en el terreno de juego de Vaqueros y Caimanes, el representante del país sudamericano en la actual edición en Mazatlán, ha dejado mucho que desear.
Ambos conjuntos se despidieron de sus respectivas competiciones sin conseguir la victoria; es decir, los cafeteros han perdido cada uno de sus primeros 10 encuentros en Serie del Caribe.
Brazos y bates lejos del nivel general:
Si bien el pitcheo colombiano ha tenido sus momentos, este año rankeó entre los dos peores por segunda cita corrida. Bajo el mando de Guillén, los lanzadores de Montería dejaron una efectividad colectiva de 3.51, que fue la más abultada de aquella edición en 2020, así como también lo fue su WHIP de 1.22.
En esta oportunidad, los dirigidos por José Mosquera reflejaron resultados mucho menos alentadores, aunque, curiosamente, esta vez no fueron los peores entre los seis cuerpos de pitcheo de la contienda. La efectividad colectiva de Caimanes quedó en 5.02 y su WHIP en 1.47, ambas cifras solo mejores que las exhibidas por los serpentineros panameños.
Mientras tanto, la palidez de los maderos colombianos ha sido mucho más alarmante. Luego de marcar una terrible línea ofensiva de apenas .138/.209/.166, además de un OPS de .374 puntos, Barranquilla mejoró ligeramente en esta ocasión, aunque no lo suficiente para convencer a aficionados y expertos de que están en capacidad de competir con el resto. Los toleteros colombianos ligaron para .174/.244/.226, con un OPS de .470 en sus cinco choques de 2021.
Las seis carreras que anotaron en su primera participación en la cita son la menor cantidad de equipo alguno en una fase inicial de la Serie del Caribe desde cuando menos 2014. En esta oportunidad, los neogranadinos pisaron la registradora en 10 ocasiones, la segunda menor sumatoria entre los aspirantes al cetro.
Quizás una forma más contundente de resumir el bajo rendimiento de los paleadores cafeteros hasta ahora, sea desempolvando el hecho de que han conectado un total de 47 incogibles en sus dos primeras participaciones combinadas. Solo este año, los Federales de Chiriquí de Panamá tienen 53 inatrapables.
De esos 47 hits colombianos, solo 10 han sido extrabases. En 2021 únicamente, Puerto Rico, República Dominicana, México y Panamá han sumado 10 o más batazos de múltiples almohadillas.
Lo extradeportivo no los ayuda:
Fuera del terreno, la fama del circuito colombiano no ha sido mucho mejor. Tan solo en el último par de torneos invernales, los oficiales de la liga cafetera han sido acusados de no pagar los honorarios de varios de sus empleados, además de querer beneficiar a ciertos equipos por encima de otros.
En pleno desarrollo de la pasada final disputada en el país entre Vaqueros y Caimanes, Guillén fue suspendido por el resto del torneo tras ser expulsado en el segundo juego de la serie. Según una regla expuesta por oficiales de la liga, por muy increíble que parezca, un jugador o coach que sea botado de un juego por cuarta oportunidad en una misma temporada deberá ser castigado de esa manera.
Poco tiempo después, en declaraciones exclusivas para Sports Venezuela, Guillén comentó que dicha medida, a su parecer, era un claro intento del alto mando del circuito por darle ventaja a Caimanes. “Se trata de que quieren que un equipo vaya (a la Serie del Caribe) y no el otro”, fueron las palabras exactas del mandamás criollo en esa oportunidad.
Por si fuera poco, el circuito también ha recibido acusaciones por presuntos ataques xenofóbicos que han tenido lugar en los últimos años. Dichos señalamientos cobraron más fuerza en esta pasada zafra, cuando Mosquera exclamó en una rueda de prensa post-juego ante los Vaqueros que “esta no es la liga venezolana. Es la liga colombiana y hay que hacerla respetar”. Todo producto de un altercado entre su equipo y el dirigido por el criollo Guillén.
En pocas palabras, y si bien ningún circuito en el mundo está libre de polémicas y acusaciones, lo ocurrido en tiempos recientes con el beisbol colombiano parece poner en tela de juicio si en realidad favorece a la Confederación del Caribe mantenerlos como participantes en su máximo torneo.
Hasta ahora, ha sido más que evidente lo poco que han aportado sus delegaciones beisbolísticamente en estos primeros dos experimentos. Y aunque nadie puede ser sentenciado solo por recibir acusaciones, los múltiples señalamientos extradeportivos hacia el circuito cafetero deberían ser objeto, cuando menos, de una investigación por parte del principal ente caribeño en la disciplina.
Porque si en algo tiene razón Mosquera, es en que no, la liga colombiana no está ni cerca de ser la venezolana, que si bien atraviesa por momentos complicados en la actualidad, casi en su mayoría como consecuencia de una situación política deplorable, tiene un historial rico y destacado con el que, por los momentos, en Colombia solo pueden soñar.
Escrito por: Andrés Espinoza Anchieta | @AndresEspinoza
Foto: Prensa SDC.