Dentro de la cancha no son muy distintos, fuera de ella dos polos opuestos. Con sus zurdas conquistaron lugares inimaginables, unieron ciudades y a todo un país que respira y se enloquece por el fútbol. Son Maradona y Messi, los argentinos que mejor han sabido tratar el balón.
En Fiorito creció D10S y Rosario vio nacer a El Mesías. Barrilete Cósmico conquistó el Mundo en el 1986 y La Pulga Biónica, aunque no ganó una Copa del Mundo, también es universal por su magia.
De ahí parten las odiosas comparaciones, una copa más y otros títulos menos, pero que suerte han tenido los argentinos de tener a estas dos leyendas sobre un terreno de juego. De eso presumirán toda la vida, se les infla el pecho de tener la misma nacionalidad de los dos pies izquierdos más influyentes del fútbol mundial.
Gambeteadores naturales, capitanes diferentes, personalidades opuestas, dos grandes para la gente. La gran diferencia viene fuera de la cancha, en la que uno no supo manejar la fama y se contagió de ‘exitoína’ como lo definió Eduardo Galeado, y el otro se refugió en su familia para evitar ser consumido por el virus mediático.
Maradona fue excéntrico, nunca pasaba desapercibido en ninguna reunión, siempre tenía algo por decir. Messi, que imitó a Diego en muchas facciones de su juego, es tímido y reservado, le cuesta mirar a la cara cuando se siente abrumado. No habla, espera que le pregunten.
1986, el nacimiento del mito Maradona
“No importa lo que hayas hecho con tu vida Diego, importa lo que hiciste con las nuestras”, una frase que recordó Guardiola este miércoles 25 de noviembre, el día que Maradona se despidió del plano terrenal. Y esas palabras responden las interrogantes de quienes cuestionan a los que idolatran a Diego.
Sus vicios y vida desenfrenada, que él mismo eligió, llegó después de regalarle a toda la Argentina una de las alegrías más grandes de su historia: el Mundial México 1986. Y el camino hacia la eternidad empezó en San Cristóbal, en el Templo Sagrado del fútbol venezolano, el 26 de mayo del 1985. Esa tarde Venezuela peleó y cayó 2-3, el estadio repleto se rindió ante un doble de Diegote.
“Pelusa” regresaba al equipo de Bilardo tras ausentarse desde el 2 de julio de 1982, al 10 de mayo del 1985, cuando disputó un amistoso de preparación contra Paraguay en Buenos Aires. Diego viajó desde Italia sin permiso, nadie lo iba a detener. Regresó al Nápoles y después volvió para otro amistoso.
La epopeya del Diez empezaba a tomar forma. Ya en México desató el potencial que el Mundo presagiaba -sus botas estaban ajustadas para mostrar- y los argentinos requerían para aliviar el dolor incalculable de una guerra que cuatro años atrás había dejado tocada a la nación.
Y como D10S se manifiesta de diferentes formas, pero en los momentos indicados, a la Argentina se le cruzó Inglaterra en los cuartos de final. La selección del gobierno que los argentinos veían como el “villano”. Para los ingleses no era una revancha, pero en los sureños existía la sed de venganza latente.
Ambas aficiones se enfrentaron previo al épico partido del 22 de junio, la Barra Argentina liderada por el Abuelo arrinconó a los hooligans y los despojaron de varias banderas de Inglaterra, que luego mostrarían orgullosos en el estadio Azteca. Era cuestión de honor para los argentinos encarar a sus parciales británicos tras lo sucedido en Malvinas.
Maradona: Dos goles, dos respuestas a la guerra
Antes, durante y después de ese crucial careo, Argentina derrotó a Inglaterra. En la cancha, Maradona poseído por un nivel de excitación bárbaro, le pidió prestada la mano a Dios para marcarle a Peter Shilton al 51’. Todavía quedaba un tanto más, de “La Mano de Dios” al “Gol del Siglo”.
Diego tomó el balón en su propio campo y dejó en el camino a Glenn Hoddle, Peter Reid, Kenny Sansom, Terry Butcher, Terry Fenwick y al portero Shilton. Nadie describió mejor ese gol que Víctor Hugo Morales.
La va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, y deja al tercero y va a tocar para Burruchaga… ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta… Gooooool… Gooooool… ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol! ¡Golaaazooo! ¡Diegoooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme… Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos… Barrilete cósmico… ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2 – Inglaterra 0. Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona… Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 – Inglaterra 0.
El resto de la historia ya ustedes la conocen. Doblete de Maradona contra Bélgica en las semifinales y en la final, contra los alemanes, también apareció con su magia. Brown y Valdano pusieron los dos primeros, Rummenigge y otro de Völler lo igualaron. A tres minutos del final, rodeado de tres rivales, Maradona se inventó un pase precioso para que Burruchaga guardara las ilusiones de todo un país.
Justo ahí se convirtió en Dios, ya no era solo un hombre, para el pueblo argentino ascendió a deidad. Y no solo por sus goles y talento, se transformó en la voz oficial de los más desprotegidos. Supo ganarse el cariño y admiración del pueblo, y la gente veía en él la imagen del hombre que luchaba contra todo, contra cualquier sistema.
Eso, ningún otro deportista supo lograr jamás.
Messi tuvo una oportunidad única
A Diego lo hizo legendario la épica con la que ganó las cosas, y Messi por más que ha ganado cosas importantes en el FC Barcelona, le reprochan no haber conseguido un título con la mística que lo hizo Maradona. Eso sí, Lionel estuvo cerca de besar la gloria eterna en Rio de Janeiro.
El rosarino ya supo lo que fue ganar un Mundial Sub-20 y una Medalla de Oro en Juegos Olímpicos con la Selección Argentina, pero en la absoluta no se le da. Él lo repitió antes de renunciar: “Es increíble, pero no se me da”. Justo después de perder la Copa América Centenario 2016 contra Chile.
Un solo paso le faltó a La Pulga para subir más alto que el Cristo Redentor que vigila el Maracaná, un estadio que vio como la Argentina de Leo desperdició la oportunidad única de convertirse en mitos, como la generación del 78 y del 86.
¿Qué hubiese pasado si Messi le ganaba a los alemanes en el estadio Maracaná repleto de argentinos con una gran actuación suya? Quizá ahora se estuviera hablando de otra cosa, pero Leo falló el mano a mano con Neuer, Higuain le erró al arco y Palacio la mandó por arriba cuando era por abajo.
Dios no obró esta vez como lo hizo en el Azteca, en 1986. El escenario estaba listo para una noche épica, luego de la copada más grande de argentinos en Brasil cantando “Brasil, decime que se siente”. Levantar la Copa del Mundo en el mítico Maracaná contra un viejo conocido como Alemania, hubiese sido el grito al cielo de “somos Campeones del Mundo” tras una larga sequía sin títulos.
Ya en Maracaibo, en la Copa América 2007, tuvo su primera gran chance de triunfar en la mayor. Pero Brasil fue implacable con una goleada 3-0, a uno de los planteles más temibles de Argentina en los últimos tiempos. Tenía a Zanetti, Ayala, Mascherano, Verón, Cambiasso, Aimar, Riquelme, Tévez, Crespo (se lesionó en la fase de grupos) y Messi en plan estelar.
Después del 2014, el destino le deparó otra oportunidad única en el estadio Nacional de Santiago de Chile en 2015. Frente a más de 45 mil personas, en una auténtica marea roja de chilenos, Argentina cayó en penales en la final de la Copa América. Mismo destino tuvo en le edición que se jugó en 2016.
Nápoles y Barcelona
Las lágrimas derramadas sobre las calles de Nápoles demuestran al mundo que los argentinos no son tan exagerados en considerar a Diego como un ídolo máximo. Su historia en el sur de Italia comenzó en 1984 y se terminó en 1991. Su primer flechazo al corazón napolitano fue liderar el doblete conquistado en la 1986-87, justo después de ser Campeón del Mundo.
Tocó el cielo con las manos literalmente, al lograr llevarse al estadio San Paolo la Serie A y la Coppa Italia. Por primera vez un club del sur emulaba lo que solo clubes del norte (Torino, Juventus e Inter) habían conquistado. En la 1988-89 llevó a Nápoles la Copa UEFA, primera copa internacional en la historia del club.
Su leyenda en ese pedazo de Italia ahora será inmortal, San Paolo se llamará estadio Diego Armando Maradona.
Messi fue criado en Barcelona, con una cultura europea bien marcada, aunque Leo siempre mantuvo presente su país y lo siente cada día. Maradona creció y se hizo jugador en el fútbol argentino, esa es otra de las grandes diferencias entre ellos. El argentino, por ese detalle, siente al zurdo de Fiorito como más suyo que nadie.
En Barcelona, El Mesías conquistó todo lo que disputó. Pasaron figuras, presidentes y directivos y él se quedó. Ya no tiene cerca a los que fueron sus grandes socios, pero él se las ingenia para reinventarse y ganar. Habla dentro de la cancha, no es el mejor del mundo para dar explicaciones.
Con Messi en casa, Barcelona ganó cuatro de las cinco Champions League que presume. Hablar de Ligas, Copas del Rey y Supercopas ya es tener que escribir otra columna.
Ellos dejaron de ser solo argentinos, son universales, de la gente, del pueblo que ama el fútbol vistoso. Uno pasó a la eternidad, al otro todavía le quedan un par de cartuchos por quemar.
Por: Raúl Zambrano Cabello / @ZambranoPoesia
Foto: Infobae