Maestro… Maestro Alvarado, bien entrada la noche del jueves, en persecución individual sobre datos del ciclismo en Facebook, me topé con la infausta noticia de su muerte. Surplace en el aliento. Luego, en el intento de retomar el ritmo, la cadencia del pedaleo, recordé que su despedida física se produce después de un siglo de vida, porque usted, en fecha reciente, enero pasado, nos acostumbró a cumplir años por siglos, como lo hacen pocos.
En esa centuria, luz en la añeja Paya, vivencias a granel en la bucólica Caracas de los techos rojos y un regreso a su Barquisimeto del alma.
El Maestro Alvarado apuntaló el ciclismo en todas sus facetas
En esa centuria usted apuntaló el ciclismo en todas sus facetas. Primero como ciclista de éxito, luego como entrenador, dirigente y finalmente ductor-rector en su Escuela Central de Ciclismo, siempre acompañado en tan dignas tareas por su esposa Olga, hijos y nietos.
En esa centuria, usted, Maestro como pocos, no conoció el descanso. Siempre tuvo las fuerzas, los arrestos necesarios para seguir a la cabecera del pelotón y, cuando la agresividad de los años atacó y minó su fortaleza, marcha ralentizada, mantuvo su vigencia para rodar por la costa azul de la vida.
Deja una huella imborrable en el deporte de las bielas
Maestro, deja usted profunda huella. El cuentavueltas nos dice ahora que partimos, así como seguramente lo quería, hacia el primer siglo de su ausencia, tránsito que debe transcurrir en el descanso eterno.
Escrito por: Frank Depablos Useche / @Frankdepablos1
Foto: Cortesía