«Estaba destinado a vivir«. Esa fue la respuesta que le dio Drew Robinson a su hermano en el hospital aquella noche. No importaba cuáles eran las preguntas, esas eran las únicas palabras que salían de la boca del pelotero norteamericano.
Robinson, de 28 años de edad en ese momento, había intentado suicidarse con un disparo a la cabeza algunas horas antes. Por algún milagro de la vida, la bala no terminó con su vida, aunque sí le arrebató el ojo derecho.
El incidente ocurrió el 16 de abril de 2020, tan solo algunas semanas después de que la pandemia obligara a cancelar los entrenamientos primaverales y enviara a los jugadores a casa. Allí, Robinson revivió frustraciones pasadas de una carrera llena de altos y bajos, además de otras inseguridades personales que lo llevaron al estado más oscuro de la depresión.
Luego de 20 horas de recibir el balazo que se suponía le quitaría la vida, el toletero, miembro de la organización de los Gigantes, se encontró frente a otra interrogante. Con la pistola en una mano y el celular en la otra, debía decidir entre un nuevo intento por terminarlo todo o la oportunidad de llamar al 911 y tratar de enderezar su rumbo.
Con su familia y el beisbol en mente, Robinson optó por la segunda.
«Estaba supuesto a pasar por eso y ahora estoy destinado a ayudar a la gente a superar esas batallas que parecen imposibles de ganar«, le comentó Robinson a ESPN en febrero de este año. «Estoy convencido de que es algo que debía ocurrir. No hay otra respuesta. No tiene sentido. Me disparé, pero maté fue a mi ego«, agregó el jugador, que por mucho tiempo sintió temor de hablar sobre el estado mental que lo llevó a intentar suicidarse.
De vuelta al diamante:
Hoy, Robinson, quien disputó 100 juegos en las mayores con los Rangers y Cardenales entre 2017 y 2019, está en medio de una nueva batalla para regresar a lo más alto del beisbol. La semana pasada, los River Cats de Sacramento, sucursal triple A de San Francisco, lo incluyó en su plantilla de la jornada inaugural.
«Soy oficialmente un jugador de beisbol profesional con un ojo«, escribió Robinson en su cuenta de Instagram, justo debajo de una foto del roster de los River Cats. «El hecho de que abrimos la temporada en mi ciudad natal de Las Vegas hace que todo sea aún más especial. De verdad, mis primeros juegos tras regresar, luego de todo lo que ocurrió, son en casa, frente a toda la gente que me ayudó a superar mi incidente y el año completo en general. Siento como si estuviera viviendo una película«.
En ese desafío inicial, Robinson se fue de 4-0 con cuatro ponches; sin embargo, este pasado martes, el paleador sacudió su primer cuadrangular de la campaña.
«Escalofríos. Lágrimas de cada emoción posible mientras recorría las bases«, redactó Robinson en un post con el video de su bambinazo.
Los Rangers seleccionaron a Robinson en la cuarta ronda del draft de 2010, por lo que al patrullero le tomó siete años alcanzar el máximo escenario por primera vez, e incluso cuando lo hizo, los resultados no fueron los esperados. En 223 turnos oficiales, su línea ofensiva fue de .202/.296/.359, con nueve jonrones y 22 fletadas.
Pero luego de cuatro cirugías y marcas imborrables en su rostro y alma, Robinson solo agradece la oportunidad de estar nuevamente en un terreno de juego y más importante aún, de seguir con vida.
En caso de llegar a las mayores otra vez, se convertiría en el primer jugador en disputar un encuentro en Grandes Ligas sin un ojo, desde que lo hiciera Whammy Douglas con Pittsburgh en 1957.
Robinson todavía conserva en su mesa de noche la bala que pudo haber terminado con todo. Es un recordatorio de dónde estuvo y hasta dónde ha llegado.
«Veo esta cosa (la bala) y pienso que soy más fuerte que ella y más fuerte de lo que pensé que era yo mismo», señaló.
Escrito por: Andrés Espinoza Anchieta | @AndresEspinoza
Foto: ESPN.